La escena parecía sacada de un relato de ficción grotesca. Pero fue real.
Una escena de muerte meticulosamente brutal, ejecutada con una violencia desmedida. Un cuerpo desfigurado, escondido entre colchones, en un departamento sucio y helado del barrio San Martín, mientras la nieve caía en plena cuarentena. Cinco años después, el asesinato de Juan Horacio Panitrul, ex policía neuquino de 31 años, sigue sacudiendo los cimientos de la comarca petrolera.

El crimen ocurrió el 23 de julio de 2020, en el contexto del aislamiento social, preventivo y obligatorio decretado por la pandemia del COVID-19. Aislados, sí, pero no seguros. Mientras el país entero estaba encerrado, en el bloque B1 de las ex 500 Viviendas, el cuerpo de un hombre era destrozado con más de 230 puñaladas, mutilado, manipulado y, finalmente, abandonado en el silencio de una pieza mal iluminada.
A cinco años del crimen, la investigación revela con crudeza el grado de abandono y de vulnerabilidad social en que se cometió el hecho. Este es un intento de reconstrucción, con base en expedientes judiciales, informes forenses y archivos de prensa.
Un hombre que intentaba recomenzar
Juan había nacido en Loncoluán, en el departamento de Aluminé. Era hijo del viento patagónico, criado entre cerros, trabajo rural y esfuerzo. Como muchos, se trasladó a la capital neuquina para cumplir un sueño: ser policía.
Lo logró. Ingresó a la Policía de Neuquén, prestó servicio en Añelo y luego en Cutral Co. Allí, conoció los primeros límites de su adicción al alcohol. A partir de 2016, sus ausencias, peleas callejeras y sanciones internas se volvieron insostenibles. Fue separado de la fuerza.
Con su pareja, formó una familia. Crió a su hijo no biológico como propio, y en 2016 tuvo otro niño. En 2020, Juan quiso torcer su destino: se inscribió en la carrera de Enfermería en Plaza Huincul. Empezaba a dejar atrás el alcohol, asistía a grupos de apoyo, colaboraba con su suegro en tareas comunitarias. La última vez que Sofía lo vio fue el 21 de julio de 2020.
El descenso a lo atroz
El 22 de julio, Juan fue visto por última vez. Se encontraba bebiendo junto a Rodrigo Leyva Carrasco (apodado “El Loco”) y Daniel Ceferino Silvera (alias “La Fiera”). Esa noche, los tres fueron a comprar vino a una rotisería del barrio. Caminaban por la nieve. La temperatura: -6 °C. Volvieron al departamento del bloque B1, donde Rodrigo vivía. Era un ambiente de paredes húmedas, sin calefacción, con manchas oscuras y muebles desvencijados.
A las 22:00, las luces se apagaron. Entre las 20 y las 23 horas del jueves 23 de julio, según determinaron los peritos forenses, Juan fue asesinado.
El viernes 24 de julio, vecinos alertaron a la policía por un olor nauseabundo. En el departamento encontraron un cuerpo irreconocible, entre dos colchones, maniatado, desnudo y lavado, sin documentos. La sangre, pese al intento de limpieza, estaba presente en las paredes, el piso, el respaldo del sofá.
La causa judicial: uno absuelto, otro inimputable
El fiscal Gastón Liotard imputó a Rodrigo Leyva y a Daniel Silvera por homicidio doblemente agravado por ensañamiento y alevosía, que contempla la prisión perpetua. Ambos fueron detenidos preventivamente.
Sin embargo, la causa tuvo giros importantes.
En febrero de 2021, tras los resultados de ADN y pericias complementarias, la fiscalía solicitó el sobreseimiento de Daniel Silvera:
- No se hallaron restos genéticos suyos en el cuerpo, colchones ni objetos.
- Testigos confirmaron que llegó después del crimen y no participó en la agresión.
- Fue excluido del “escenario criminal”.
El caso de Rodrigo Leyva fue más complejo. Cuatro informes médicos –uno forense, dos psiquiátricos y uno psicológico– concluyeron que el imputado padecía un trastorno mental severo. Sufría psicosis aguda con alucinaciones y delirio persecutorio y no comprendía la criminalidad de sus actos. Fue declarado inimputable.
El juez ordenó su internación en una institución psiquiátrica de máxima seguridad. Sin embargo, el Hospital Castro Rendón rechazó su ingreso por falta de condiciones. Fue trasladado a la Comisaría 15 de Cutral Co, en condiciones irregulares.
Cinco años después, el departamento del Bloque B1, como un testigo mudo que no olvida. Las manchas se lavaron, pero no el espanto. En cada foto de la escena, en cada puñalada que dibujó el horror sobre su cuerpo, se esconde una pregunta que sigue sin respuesta: ¿por qué lo mataron con tanta saña? La impunidad, como la nieve que caía esa noche, se fue acumulando en capas. Y aunque el calendario avance, para Juan, el tiempo se congeló aquel 23 de julio de 2020.








