No está señalizada. No figura en ningún catálogo de patrimonio histórico, ni en circuitos turísticos locales. De hecho, si uno no sabe exactamente dónde mirar, es probable que pase de largo. Rodeada de yuyos altos, basura y el olvido sistemático, una vieja alcantarilla de concreto, hierro liso y piedra permanece semioculta al costado norte de la Ruta Nacional 22, frente a la División Tránsito de la Policía de Plaza Huincul.
Pero ahí está. Y tiene una historia que vale más que muchos monumentos de durlock que hacen ahora: fue construida en 1916, durante las primeras etapas de la epopeya petrolera neuquina, por obreros que perforaban a pico y pala en la incipiente locación del Pozo Uno. Sin agua corriente, sin caminos, sin máquinas. Solo con el pulso humano y la urgencia del hallazgo.
El dato no es nuevo, pero estaba enterrado. Literalmente. Hasta que un estudiante de la carrera de Guía de Turismo de la Universidad Nacional del Comahue, Juan Medel, empezó a investigar el lugar en el marco de un proyecto académico sobre sitios históricos no reconocidos. Fue él quien documentó la alineación perfecta entre esta alcantarilla y la del kilómetro 1295 de la ex vía del Ferrocarril del Sud, detrás de la cual acamparon en 1915 el técnico Juan Soufal, el ingeniero Luis Cánepa y parte del equipo pionero.
“Muchos creen que sólo quedó el Pozo Uno como vestigio, pero hay otras huellas invisibles: esta alcantarilla es una. Fue parte de la logística que permitió llevar agua desde Carmen Funes hasta el morro donde se buscaba petróleo. La hicieron los mismos obreros, con materiales de la barda. Es historia viva”, dice Medel, quien publicó sus hallazgos en redes sociales bajo el perfil @juan_te_guia.
En efecto, el agua —escasa en la estepa— se transportaba en bordalesas montadas en carros, que recorrían una huella abierta a pala entre la aguada y el pozo. Esa ruta precaria requería obras de paso: como esta alcantarilla. La piedra usada fue extraída del mismo entorno. No había ladrillos, y todo se resolvía con lo que se tenía a mano.
Sin cartel, sin cuidado, sin memoria
A un costado de la alcantarilla, contrasta un cartel nuevo y brillante: “NEUQUÉN TE CUIDA”. Pero no hay ninguna mención a que, justo allí, hace más de un siglo, comenzó a escribirse la historia económica y social que transformaría para siempre la provincia.
La Municipalidad de Plaza Huincul, la Secretaría de Turismo de Neuquén y el Ministerio de las Culturas no han incluido esta estructura en ningún plan de preservación, ni como hito simbólico ni como recurso didáctico. Su existencia se mantiene únicamente gracias al trabajo individual de investigadores como Medel, y a menciones en obras como “Murmullos de Pasión. La Pasto Verde” de Mirtha Solari, que en 2016 rescató testimonios y vestigios del pasado petrolero local.
“No se trata de embellecerlo para turistas. Se trata de reconocer lo que fue. Darle contexto. Enseñarle a las nuevas generaciones que hubo obreros que abrieron caminos y acarrearon agua con las manos, para que hoy tengamos una ciudad y una industria”, reflexiona Medel.
Mientras tanto, la alcantarilla sigue ahí, sin placa, sin nombre, sin protección. A la espera de que alguien —autoridad, docente, comunidad— decida que vale la pena cuidar las raíces.
Porque como dijo Marcus Garvey:
“Un pueblo sin conocimiento de su historia pasada, su origen y su cultura, es como un árbol sin raíces.”


