La modalidad había dejado de funcionar la década pasada luego del furor de los años noventa, pero este año retomó con fuerzas.
Ya no se trata de intercambiar alimentos o ropa como antes sino más bien funciona como un sistema de venta de cosas usadas a bajo precio. En el barrio Progreso funciona tres veces a la semana y cada vez convoca a más personas.
Los expositores van muy temprano, reservan una mesa y silla y allí exponen. La venta es variada, hay días que son buenas y otras en las que muchos miran pero compran poco. Lo que más éxito tiene son los servicios.
Algunos venden comidas confeccionadas en casa, para consumir en la misma feria y otros prestan servicios de peluquería. El precio del corte es muy accesible y es una de las actividades más requeridas. Quienes asisten son personas con escasos recursos que se aferran a la economía informal en días en los que el trabajo es escaso.