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COVID-19: Médicos describieron los días en que les tocó decidir a quién le daban una cama

Imagen de la sala Covid del hospital Castro Rendón

Fueron días, semanas, meses muy duros para todo el personal de salud que vivió los peores momentos de la pandemia, desde su llegada hasta hoy. El director del hospital Gastón Zúñiga y el médico cardiólogo Raúl Ludueña contaron en primera persona sus vivencias.

Los momentos de incertidumbre no solo se vivieron en la población sino también en aquellos que estaban en la primera línea de combate contra una enfermedad nueva, desconocida y letal.

“Tuvimos momentos terribles, no tomamos dimensión de lo que nos pasó porque todavía lo estamos transitando; con una tranquilidad que nos permite trabajar con capacidad, pero claramente en un momento fuimos superados por todo lo que pasó, en todo sentido, desde lo técnico, patológicamente, en la capacidad edilicia” dijo Zúñiga.

¿A quién le damos una cama?

Esta pregunta dura y terrible se la hicieron los profesionales del hospital zonal de Cutral Co y Huincul como muchos otros médicos del país y el mundo. Había que elegir. Cuando moría un paciente y un respirador se liberaba había más de diez que esperaban una oportunidad.

“Escuché decir a una candidata en Buenos Aires que acá no se había necesitado decidir a quién le ponían el respirador y yo decía, eso no es real” dijo Ludueña. “A nosotros nos pasó, había 17 respiradores en el hospital y se nos moría un paciente en esa época, y había diez pacientes que estaban muriéndose, que estaban boqueando, no daban más. Escuchaba a los médicos que manejaban los respiradores, hablar de este paciente tiene 75, este tiene 60 y algo, este tiene hijos chicos, nos pasó, sucedió en todo el país. Es durísmo ponerse en la decisión de a quien dejo vivir, así de cruda era la realidad”.

Zúñiga informó que el 28 de mayo fue el peor momento: 925 personas estaban contagiadas (ahora son 139) y había 17 pacientes entubados, con todas las salas llenas y enfermedades no covid sin ningún tipo de atención. “Tuvimos gente en la guardia pidiendo oxígeno porque no podía respirar, lo digo así de esa manera cruda porque fue así, Y no había cama ni oxígeno”, dijo Zúñiga visiblemente conmovido.

Para el cardiólogo Raúl Ludueña el peor momento lo recuerda en el mes de mayo del 2021, si bien se había sumado voluntariamente a hacer guardias en el hospital público en septiembre del año anterior. “La peor época fue mayo, no había donde internar, ya no distinguíamos entre varones o mujeres, el lugar donde había una cama internábamos, varones y mujeres por igual, ni siquiera se nos cruzaba el detalle de usar biombos, necesitabamos circular en forma permanente, para los controles, 8 o 9 veces nos cambiámos para entrar, los pacientes estaban ensimismados en su situación que no giraban la cabeza para ver quien estaba al lado.

Ver morir a un paciente

Cada experiencia fue única y para Zúñiga y Ludueña no fue la excepción.

Para el director del hospital Complejidad Media todo comenzó cuando aún se desempeñaba como kinesiólogo. “El primer paciente me tocó atenderlo en junio de 2020. Me acuerdo que cuando tuve que entrar tardé unos 5 minutos, capaz fue menos, pero el miedo me paralizó, no tuve la capacidad de pensar qué tenía que hacer, cuando me acomodé, calculo yo que cinco minutos, me puse a atender”. La labor de los kinesiólogos fue vital, de vida o muerte, para muchas personas. Aunque los profesionales no eran intensivistas (especialistas en terapia intensiva) se adaptaron y realizaron tareas para las que no estaban acostumbrados como “revivir pacientes”.

Ludueña contó que su experiencia más dolorosa fue con un paciente de 73 años.

“En una guardia en el que no había ningún dispostivo disponible para dar oxígeno, entramos a una sala, había tres pacientes, uno era un hombre de 73 años, padre de una de las enfermeras de guardia. Este hombre estaba cayendo en la inconsciencia (por la falta de oxígeno), no había respirador, estaban todos en uso, así que la hija se quedó al lado del paciente, le acomodé un poco la máscara y me quedé orando, esperando que falleciera“, describió, con lágrimas en el rostro.

Ludueña contó que “no se podía con tanto trabajo, el dolor de tener guardias donde se moría un paciente a cada rato era tan abrumador y el trabajo tan enorme que no se podía“. Y considera que el plantel fijo del hospital “soportó una carga física y psíquica abrumadora”.

En la soledad de la sala Covid, en la espera de un respirador, para Ludueña algunos murieron de angustia. “Se me viene a la mente un paciente, un hombre de 50 años, grandote, estaba con máscara de reservorio, me daba cuenta como le iba ganando el desánimo, la angustia, el miedo, mi impresión personal fue que más allá del covid, lo venció el miedo“, sostuvo el médico.

El recuerdo reciente de esos días hace que los protagonistas repitan la necesidad de seguir con los cuidados y completar los esquemas de vacunación. “No podemos relajarnos”, dice Zúñiga.

La tasa de letalidad (cantidad de fallecidos) es más alta en la comarca petrolera que en el resto de la provincia y el país, por lo que se impulsa una investigación científica, para determinar sus motivos.

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