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El lado B: Dos crímenes que conmocionaron al barrio Belgrano

Foto de archivo

Fue una tarde de enero de 1994, hubo dos robos que llevaron a una persecución y balacera que duró más de 6 horas dentro de las 450 Viviendas. El saldo fue la muerte del cabo Juan Belarde y otras 3 víctimas fatales del ambiente delictivo

La muerte de Juan “Lauchita” Belarde, suboficial y cabo de la policía del Neuquén, fue un caso que estremeció al barrio Belgrano, que por aquel entonces tenía menos de 10 años y recién comenzaba a asentarse. A raíz de aquel suceso, muchas de las familias que vivían en el lugar decidieron alejarse y rearmar sus vidas en otros barrios.

Todo ocurrió el 31 de enero de 1994. Durante el mediodía hubo un robo con armas en Avenida Del Trabajo y Carlos H. Rodríguez, seguido de un segundo hecho en Elordi y 13 de Diciembre. Ambos cometidos por el mismo grupo.

“Yo estaba pegando pisos en el negocio cuando entraron, terminé siendo uno de los rehenes” contó Bautista, un vecino que luego de ese y otras anécdotas traumáticas, optó por reunir a su familia y abandonar las 450. “Estaba atrás de una estantería y ellos entraron con armas, apuntaron a todos y nos hicieron tirar al piso. Cuando se fueron llegó la policía enseguida y fue un tiroteo tremendo” agregó.

Los ladrones huyeron a una de las casas que rodean a los monoblocks, cerca del bloque C7, y los primeros en llegar fueron el oficial Belarde y su compañero de apellido Medina. Tras una negociación acordaron que se entregarían, pero cuando estaban por hacerlo uno de ellos sacó un arma y disparó a quemarropa contra los uniformados causándole una muerte inmediata a Belarde y una herida en el rostro a Medina.

“Cheuquel lo mató a traición, porque estaban charlando” recordó la oficial retirada Verónica Cisterna, que era compañera de los dos policías. “Ahí se armó el tiroteo que duró mucho tiempo, vino la UESPO de Neuquén porque fue terrible, esa parte siempre fue una de las partes más peligroso y todo el mundo disparaba y tiraban piedras” recordó.

Bautista relató que en su casa cerraron las ventanas y esperaban con desesperación que todo terminara. “Fue como si se detuviera el tiempo, nosotros estábamos en la otra punta pero igual se escuchaba todo, una bala pasó por la puerta. Le pedíamos a mis hijos que no salieran porque no sabíamos lo que podía pasar” comentó.

El joven de gorra blanca es Cheuquel, junto a sus compañeros

Después de aquella violenta escena, se supo que solo uno de los delincuentes sobrevivió de los 4 que disparaban contra la policía.

Cabo Belarde, muerto en las 450 viviendas

Hoy ese caso se recuerda poco, pero aquellos que lo vivieron de cerca no lo pueden borrar y muchos sostienen que llevó a que gran parte de los habitantes de esos bloques decidiera dejar el barrio Para siempre. El propio Bautista admitió que “no fue la única vez que pasamos cosas así, por eso después nos fuimos y nunca más volví a ir, ni tampoco volvería”.

Caso Painemilla, desconcierto en la justicia y secreto en el barrio

Cristian Painemilla sufrió una de las muertes más violentas de los últimos años. Fue encontrado sin vida en el playón principal del barrio, sin pantalones, con un corte en el cuello y varios puntazos en el resto del cuerpo. La causa judicial no prosperó por falta de pruebas, pero el caso fue recordado como un ritual de la banda de Los Paisanos.

¿Quiénes son los Paisanos? Históricamente el barrio tuvo sus bandas de acuerdo a la zona y los integrantes. Un investigador confió que esto ocurre por una relación entre el ámbito delictivo interno y externo, es decir, entre presos y libres. Sobre el final de la primera década del 2000, los viejos referentes de la barriada eran cada vez menos y un grupo de jóvenes comenzó a pisar bautizándose como Los Paisanos.

Sus integrantes eran mayormente adolescentes que hoy están presos y algunos fallecidos, mientras que otros pocos quedaron en libertad, por lo que su historia puede darse por terminada. No obstante muchos les atribuyeron este crimen y el detalle eriza la piel.

Fue una madrugada lluviosa del 10 de mayo de 2014 cuando Cristian Painemilla de 30 años fue encontrado sin vida en el corazón del barrio Belgrano. Su cuerpo yacía sin zapatillas ni pantalón, con múltiples puñaladas en todo el cuerpo y junto a un arma blanca, una botella rota de vidrio y una caja de vino.

Según la autopsia, recibió un corte en el cuello que provocó la hemorragia que terminó con su vida, y luego más de 10 puntazos en el resto del cuerpo con diferentes elementos punzantes, además de otros signos de violencia. Eso no es todo, también se encontraba ebrio cuando lo atacaron.

Aquella noche nadie vio ni escuchó nada. La lluvia complicó las cosas porque hizo que seguir huellas sea imposible y las hipótesis pasaban por una serie de datos imprecisos: un ajuste de cuentas; un enfrentamiento entre grupos antagónicos; y (menos probable por las características) una confusión por parte de los agresores.

En los días posteriores hubo allanamientos y algunos demorados, llegó a caratularse como un crimen con múltiples autores, pero nada daba certezas y con el paso del tiempo la investigación se fue diluyendo hasta prescribir.

En 2016 este medio pudo acceder al relato de un testigo que declaró en el proceso judicial y contó que “El otro (Painemilla) estaba puesto, iba medio perdido y aprovecharon para engancharlo entre todos, fueron un montón, todos pibitos de ahí adentro que ahora están re atrevidos”.

“Lo encararon, hablaron un rato, le dieron vino y después lo pusieron. La cuentan como una joda, se cagan de risa porque dicen que fueron uno por uno con una faca a darle un puntazo y lo llenaron de agujeros. Ya estaba muerto y le seguían dando.”

Su testimonio se condice con las pruebas forenses. Múltiples lesiones con armas punzantes que fueron hechas desde distintos ángulos, presumiendo la participación de varios autores. El problema fue que no hallaron un móvil para explicar el homicidio.

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