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Ariel Toloza: la historia del joven que se volvió biólogo

Ariel se crió en Plaza Huincul y como muchos, se fue a estudiar a Buenos Aires. La diferencia es que eligió una carrera poco habitual: Ciencias Biológicas. Él nos contó como fue la experiencia, en una charla que tuvimos en Antu Malal.

A muchos jóvenes que están por terminar la secundaria les preguntan: ¿qué vas a estudiar? y muchos no saben. Ariel sabía que le gustaba la biología pero se había recibido de técnico en petróleo en la EPET y no se animó a irse. Entonces decidió quedarse para probar con ingeniería en la UTN. Una charla de un profesor invitado lo cambió todo. “Sigan su sueño, lo que le gusta”, dijo el docente y él comprendió que debía estudiar Biología.

Después de ese año en la UTN ¿qué elegiste estudiar?

Licenciatura en Ciencias Biológicas, en la UBA. En mi época ser biólogo era ser biólogo marino como Cousteau, tengo colegas que están en Puerto Madryn y estudian estrellas de mar, cangrejos, erizos. En ese momento íbas a estudiar a la UBA y tenían tres años generales. Elegías materias en tercero para ir definiendo cuál podía ser tu rumbo. El título es biólogo, pero podés ser botánico, odontología, fisiólogo, ecólogo, en ecología podés especializarte en aves, mamíferos, plantas, hongos, tan diverso es el panorama que ya en cuarto año te sugieren ir consiguiendo algún lugar para hacer pequeñas pasantías dentro de la universidad para ver si te gusta lo que hacen. De lo teórico a lo práctico las cosas son muy diferentes, el día a día puede ser aburrido.

Y vos que elegiste?

Fui a un laboratorio en evolución, de genética en ratones. Era evolución cromosómica de unos ratones, y ahí empecé a ver de qué se trataba la ciencia. De ahí tenés que hacer la tesis, hay que registrar las cosas, si te gusta te quedás. La profesora era muy buena, el lugar estaba bueno, me gustó. El primer año supe que a estos ratones los venían a estudiar a Bariloche, unos tipos de Estados Unidos, de la universidad de  Berkeley, California. Le escribí un correo electrónico y me dice: de octubre a diciembre estoy en Bariloche, en Rincón Grande, entre Villa La Angostura. Siempre tengo estudiantes de allá, si te querés unir, venite”. Y fui.

¿Todo en inglés?

Si, porque en primer año en la universidad te dicen, si sabés inglés perfeccionalo y sino andá a aprender porque todo el idioma que usas, para los textos y las publicaciones, es inglés. Me fui con estos tipos, muy copados eran, onda hippies, muy de California. Fui dos semanas, todo el tiempo hablando en inglés, al otro año vuelvo fui como tres semanas y el último año fui como dos meses.

¿Y te pagan?

El último año me pagaron, bueno en realidad pagaban todos los gastos. Te iban a buscar a Bariloche y mandaban los pasajes en avión. Íbamos a La Anónima y me decían poné en el changuito todo lo que comas. Andá y comprá. Yo compré Quesitas, después estás en carpa y pensaba por qué no me pedí sandwichs. Me sirvió estar con gente de otros países, traían otros estudiantes. Después de eso ya no me dio miedo hablar en ingles.

¿Y después?

Terminé la tesis, empecé a postular para becas de doctorado. Hay becas de formación pero yo no tuve, pero realmente empezas a laburar y aplicás a becas de doctorado. Implica comprometerte por cinco años con un tema, en un laboratorio, a hacer trabajo de investigacion. Es un contrato por cinco años.

¿Y quién financia esto?

En principio  entré por una beca del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Y también puede ser el Conicet y la Agencia de Información Científica y Técnica. Te ofrecen becas asociadas a proyectos, incorporan a gente para realizar determinada investigación. En el laboratorio donde estoy ahora es del Centro de Investigación de Plagas e Insecticidas. Yo no tenía idea, porque hice la licenciatura en genética en ratones pero les gustó que había hecho una pasantía con gente de afuera, estaba bien visto. Me ayudó también que había terminado la carrera porque había hecho investigación. Comencé mi doctorado y al mismo tiempo hice la Maestría en el Control de Plagas también en la universidad de San Martín porque donde yo entré todos los que estaban eran docentes en la maestría y me dijeron: la hacés gratis y tenés las aulas cerca, no tenía mucha opción. Me sirvió mucho con temas que yo no conocía durante mi formación de licenciado. Mi tesis doctoral la hice en aceites esenciales, que me sirve para lo que estoy trabajando ahora.

Así nos enteramos que eras de Plaza Huincul, porque están investigando cómo combatir los piojos. ¿Cómo comenzó?

Alejandro un compañero que está en nuestro laboratorio se formó en España. gente de Madrid, para tratar de ver químicamente para juntar estos componentes, aceite y agua en tamaño nano. Es muy pequeño. Las cosas que son nano tienen características físicas diferentes a cuando son grandes, por así decirlo. Trabajamos con componentes de aceites esenciales de diferentes plantas. Por ejemplo voy acá, junto hojas de eucaliptos, las pongo en un gran baño maría, para graficarlo, colecto una fracción y obtengo una especie de aceite. Eso lo analizas y sabés que tiene quince componentes, con todos sus nombres. En mi doctorado analicé un montón de plantas de Argentina, con gente de Córdoba, para ver el efecto que tenían esos aceites sobre los piojos.

La dificultad que tenés con eso es que los aceites esenciales son amigables porque se evaporan rápido, tienen rico olor pero tienen efectividad corta. Porque al evaporarse tan rápido pierden efectividad. La gente no quiere estar aplicando el producto todo el tiempo, lo querés aplicar una vez y después al otro día. Un poco el objetivo de Alejandro fue emulsionar los componentes, modificarlos de alguna manera. Lo hizo en España y nos escribíamos. Cuando volvió él tenía la parte química y yo trabajaba en lo biológico. Queríamos algo acuoso, que fuera fácil de sacar de la cabeza y que no generara residuos contaminantes. Los piojicidas que hay ahora tienen con silicona y cuesta sacarlo de la cabeza.

Él probó estas moléculas raras, yo las probé y funcionaban. Publicamos el artículo en abril. Pero es parte de una investigación mayor, logramos solamente una parte.

¿Lo publicaron dónde?

Hay un montón de revistas científicas, ahí te sirve el inglés porque tiene ser en ese idioma. Elegimos una revista de open access, que la gente no tenga que pagar para verlo. Porque en general se paga a la revista para poder leer el artículo. Hay que pagar bastante para poder publicar en estas revistas, lamentablemente, pero al ser de acceso libre hay temas muy variados y la difusión es mayor. Podés poner 400 fotos porque no es en papel son digitales, tiene su costo el tema de que estén libres.

Ariel seguirá trabajando en este tema en los próximos años, esperan conseguir un producto que pueda ser comercial y permita solucionar en parte el problema de pediculosis en Argentina. Ojalá tenga suerte.

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